Ruth Wakefield, la mujer que vendió la receta más barata de la historia

En estas fiestas navideñas ¿a quién no le aparece un café calentitos con unas galletitas con trocitos de chocolate? Hoy vamos a hablar de la mujer que aparece a la izquierda de la imagen y de su exitosa receta de las cookies, esas deliciosas galletitas que llevan pedacitos de chocolate en su interior. Se llamaba Ruth Graves Wakefield y su historia es la historia de una brillante mujer que descubrió una receta que habría de grabar su nombre con letras de oro en la historia de la gastronomía mundial pero por cuyos derechos no quiso recibir ningún importe económico. Merece la pena conocer su historia.

El universo de las start-up está repleto de ejemplos que testan esta fórmula del éxito: ganar mucho dinero gracias a una idea innovadora que rompan el mercado; por eso el sueño de todo nuevo emprendedor se puede resumir de esta manera: generar una idea, ponerla en marcha con poco dinero, y tras hacerla exitosa, buscar un comprador que pague un montón de dinero por la misma y ¿que pasa si inventas una receta que se hace tan popular que una gran corporación se ofrece a comprártela, ¿cuanto le pides?

La galleta es una pasta horneada hecha de harina, mantequilla y azúcar, o de harina, huevo y azúcar y es un producto que una vez horneado poseen una gran duración por lo que siempre ha sido un recurso alimenticio muy usado en los viajes. A principios del siglo XX, aparecieron los grandes fabricantes de galletas en los Estados Unidos como la United Biscuit, Krafts y Nestlé y alrededor del cambio de siglo, los hermanos Kellogg en Michigan inventaron los copos de maíz. Las galletas siempre se han hecho con derivados de cereales y hay cientos de variedades de las mismas con un desarrollo geográfico que se reflejó en muchas recetas populares de aquel país.

En la década de 1930, se popularizó aún más el uso de este producto en los hogares tras introducirse en los Estados Unidos la mantequilla de cacahuete y con la llegada de los refrigeradores eléctricos, las galletas heladas alcanzaron nuevos niveles de popularidad. Hoy en día hay tantas recetas de galletas en los Estados Unidos que ningún libro podría contenerlas todas.

Pero en 1937 Ruth Graves Wakefield, de Massachussets, pasó a la historia porque ideó la receta de la galleta con chips de chocolate y que después la vendió a la empresa Nestlé solo a cambio de un dólar; sí, si, estoy hablando de un solo dólar por lo que, podemos decir, sin temor a equivocarnos que Ruth Graves Wakefield fue la mujer que vendió la receta más barata de la historia

Galletas con chispas de chocolate de Nestlé

Nestlé, la empresa que adquirió los derechos de esta receta siempre le ha restado importancia al logro de la misma al considerar que su creación se debió a «un accidente« y es bastante triste comprobar como una compañía que ha ganado millones de dólares con la receta de la señora Wakefield no reconozca a la misma su logro haciéndolo pasar por un origen de chiripa pero como ya dijo Isaac Asimov: “la suerte favorece solo a la mente preparada

Y eso es lo que era Ruth Graves: una mente preparada y su historia comienza en 1903, cuando nace en East Walpole,Massachusetts. continuando su educación en la Escuela Normal Estatal de Artes Domésticas de Framingham (Framingham State University). Después de graduarse en 1924, enseñó economía doméstica en una escuela secundaria en Brockton, Massachusetts, y luego trabajó como dietista en un hospital. Se casó con Kenneth Donald Wakefield (1897-1997) un ejecutivo de una empacadora de carne, en 1926. y cuatro años más tarde ambos compraron una casa antigua en Whitman, Massachusetts, que había sido construida en 1817 como vivienda personal, pero que al estar ubicada en lo que habría de ser la carretera de peaje entre New Bedford– una próspera ciudad ballenera- y Boston también había sido una casa de postas y de descanso para los viajeros provenientes de la ciudad ya que por aquel entonces los caballos continuaban utilizándose como herramienta de transporte y los tiempos de viaje eran mucho más altos. Allí los pasajeros de las diligencias podían comer mientras se cambiaban los caballos y se cobraba el peaje para el uso de la carretera

Con esta ubicación histórica, los Wakefield planearon abrir aquella casa como una pequeña posada y allí pusieron un restaurante al que llamaron The Toll House Inn que sería el hogar donde Ruth realizó su invención culinaria. El restaurante comenzó con solo siete mesas, pero pronto estaban sirviendo 60 mesas en la mayoría de las comidas.

“The Toll House Innoriginal que fue vendido en 1966
El “Toll House Inn” se incendió en la víspera de Año Nuevo de 1984. Ahora hay un marcador que indica su ubicación.

Con la experiencia de Ruth Wakefield como economista doméstica y su habilidad para cocinar, altos estándares y recetas familiares la empresa ya tuvo éxito en su primer año de vida. Los ex empleados atribuyen el mismo a la estricta atención a los detalles de Ruth y a su insistencia en brindar un servicio excelente además de comidas deliciosas. Tenía reglas sobre cada pequeña cosa, incluida la distancia exacta desde el borde de la mesa donde debería estar la cubertería y ella y su esposo, casi siempre estaban allí para saludar a los clientes y supervisar a las camareras que eran entrenadas durante tres meses antes de ser incorporadas al trabajo “con uniformes pulcramente planchados, medias con costuras rectas y zapatos limpios”, tal y como se establecía en el manual de servicio de siete páginas de aquel restaurante que afirmaba que: “ninguna máquina militar o línea de producción de fábrica estuvo jamás orientada a una cohesión de funcionamiento más suave”.

Ruth estaba bien preparada para cocinar los menú de su posada y muchos de los platos que preparaba se basaban en recetas coloniales de su abuela. Con el tiempo, la reputación del restaurante Toll House Inn aumentó tanto que se hizo famoso por su cocina clásica de Nueva Inglaterra y por sus postres llegando a ser uno de los lugares más queridos de Massachusetts.

En innumerables entrevistas, los antiguos clientes quedaron entusiasmados con sus galletas de nuez que se colocaban en cada mesa para que los invitados las mordisquearan mientras decidían el menú qué ordenar. El famoso crítico gastronómico Duncan Hines estaba particularmente encariñado con su budín indio y el restaurante también era uno de los favoritos de la familia Kennedy. En numerosos artículos periodísticos de los años cuarenta en adelante, los clientes y empleados entrevistados siempre elogiaban el servicio amable y los postres maravillosos que allí se servían.

Porque en The Toll House Inn las comida tenía un papel clave y en su cocina reinaba Ruth Graves (Mrs. Wakefield) para sus invitados y huéspedes. Ya en 1931 ella ya había descubierto que había demanda de sus recetas, y publicó un libro de cocina titulado “Recetas probadas y verdaderas de Ruth Wakefield (Toll House Tried and True Recipes ) que tuvo un tremendo éxito y que influyó mucho en la cocina estadounidense.

Una de las recetas favoritas de Ruth era una antigua receta de galletas llamada «Butter Drop Do» que se remontaba a la época colonial. Los ingredientes básicos consistía en mitad de azúcar blanca y mitad de azúcar morena con gotas de nuez pero Ruth pensó que podía hacer algunas variaciones interesantes y un día de 1938 con su asistente de cocina Sue Brides, empezó a experimentar con la masa de las galletas. Según la historia que nos cuenta Nestlé ella planeaba derretir chocolate en polvo para otorgar un sabor más dulce y un color amarronado a aquellas galletas pero cayó en la cuenta de que se había quedado sin chocolate en polvo y tuvo que idear otra alternativa.

En la version más simple de esta historia- que es la que nos cuenta Nestlé– se atribuye todo “al azar” y se sugiere que cuando Ruth descubrió que no tenía chocolate de panadería, miró alrededor de su despensa y encontró unas barras de chocolate semidulce de Nestlé (el primer producto de esta compañía fue la leche condensada, pero en 1930 ya producía diferentes tipos de chocolate). Así es que cortó aquel chocolate en pedacitos y los espolvoreó sobre la masa de las galletas antes de hornearlas.

Siguiendo con la “teoría de la casualidad” , se nos cuenta que ella esperaba que aquellas pepitas de chocolate se derritieran en la miga de las galletas y que quedó sorprendida cuando las mismas permanecieron intactas tras el horneado, descubriendo que aquel chocolate no se había derretido ni absorbido (posiblemente porque los trozos de chocolate estarían bastante fríos y no se derritieron al mezclarse con la masa) por lo que mantuvieron su forma con el sorprendente resultado de que cuando Ruth sacó la bandeja del horno se encontró por casualidad con sus galletas con pepitas de chocolate que la convertirían en una de las cocineras más famosas del siglo XX.

Las deliciosas cookies

Pero la realidad es otra porque la teoría del azar nos presenta a una mujer que, aparentemente no sabía lo que estaba haciendo en la cocina y sin la inventiva suficiente para pensar en cortar chocolate y agregarlo a la masa de galletas a propósito Por eso, años después, Ruth Wakefield defendió que no hubo nada de azar en su receta y que ella había colocado de forma explícita los trozos de chocolate para que no se fundieran y pervivieran como pepitas de chocolate. Personalmente yo nunca me he creído la historia de la “mujer con suerte” que nos vende Nestlé sino la de que Ruth Wakefield inventó sus galleta con chispas de chocolate a fuerza de entrenamiento, talento y trabajo duro porque era una cocinera talentosa y una emprendedora astuta, aparte de ser una mujer muy organizada que también tenía un título universitario en artes domésticas y no es difícil suponer que ella debería entender cómo se comportaba el chocolate con la masa de galletas al calentarse por lo que estoy seguro- según afirma Ruth– que ella inventó sus galletas a propósito.

Cuando los clientes comenzaron a solicitar aquellas galletas, se corrió la voz y la receta de Ruth fue un éxito. Ella llamó a su nueva creación Toll House Crunch Cookies y las mismas tuvieron tanta demanda entre los huéspedes de su posada que la popularidad de Wakefield se disparó. Incluso se cuenta que el futuro Presidente John Fitzgerald Kennedy, cuando era senador por Massachusetts, fue un cliente habitual de su restaurante, y solía acudir allí atraído por aquellas galletas.

Un joven Kennedy comiendo cookies

En 1939, el restaurante Toll House y la galleta Toll House ™ aparecieron en el popular programa de radio de Betty Crocker, «Famous Foods from Famous Places» (Alimentos famosos de lugares para comer famosos«) y el interés en la nueva galleta se extendió desde Nueva Inglaterra al resto del país y dado que aquellas galletas llevaban de forma invariable chocolate Nestlé incrustado, las ventas de las tabletas de la marca de lácteos también crecieron, lo que llamó la atención del gran gigante empresarial. Finalmente Andrew Nestlé y Ruth Wakefield pactaron el siguiente acuerdo: Nestlé imprimiría la receta de Toll House Cookie en su paquete, y Wakefield recibiría un suministro de por vida de chocolate Nestlé.

La receta en la bolsa era exactamente como Ruth Graves Wakefield especificó según su contrato con Nestlé

La cuestión era, ¿cuánto les iba a costar? Pues UN DÓLAR. Exactamente, Wakefield decidió entregar los derechos de producción por un sólo dolar a cambio de dos cosas: que su receta original (y su nombre) apareciera en las cajas de producción de cookies de Nestlé (sigue siendo así hoy en día) y el que tuviera asegurado de por vida todo el chocolate Nestlé que deseara.

Con este acuerdo la marca Nestlé se hizo con los derechos exclusivos de la receta de Ruth y del uso del nombre de Toll House de Wakefields en 1939 y comenzó a vender sus barras de chocolate semidulce con pequeñas marcas en el producto para que la gente pudiera cortar las piezas en el tamaño correcto para hacer las cookies y en 1940, introdujeron los bocados Toll House ™ (chispas de chocolate) para que los panaderos no tuvieran que desmenuzar trozos de chocolate con un picahielo (de ahí el nombre común: chispas de chocolate).

El punto de inflexión llegó con la Segunda Guerra Mundial. Convertidas ya en una institución local, las galletas también llegaron al campo de batalla y las madres de los soldados las compraban en The Toll House Inn y se las enviaban a sus hijos en el frente de la Segunda Guerra Mundial. Los soldados estadounidenses compartían las galletas recibidas con soldados de otras partes de los EE. UU. y pronto cientos de soldados que no eran de Massachusetts como Kansas, California y Michigan comenzaron a pedirlas también y escribían a sus hogares pidiendo a sus familias que les enviaran algunas galletas Toll House. Así fue como Wakefield pronto se vio inundada con cartas de todo el mundo que solicitaban su receta y para Nestlé fue un éxito nacional, una mina de oro, un target gigante.

¿Fue el acuerdo con Ruth una ganga para Nestlé? Seguramente lo fue pero no penséis que ella era una mujer ingenua que se dejó engañar por la marca. Nada de eso porque con su decisión de regalar su receta de galletas a Nestlé para que la usara en los empaques de sus barras de chocolate ella demostró tener una gran perspicacia comercial. Ruth sabía que las recetas no pueden tener derechos de autor indefinidamente y, al firmar su contrato con Nestlé hace 83 años demostró que era un genio de la promoción cruzada. Los anuncios de la barra de chocolate semidulce de Nestlé y, las referencias en los mismos a la fuente de su receta, junto con las reseñas y menciones en los periódicos dispararon las ventas de sus galletas, parte de cuya “materia prima” (el chocolate Nestlé ) ya era gratis para ella. Una ganga, porque Nestlé tendría que proveerle de su chocolate hasta el final de sus días.

Envase de 1939 de las galletasToll House Crunch Cookies”

Además, él libro de cocina de Ruth Wakefield Toll House Tried and True Recipes , se convirtió en un éxito de ventas, en gran parte debido a esta publicidad.

El libro de recetas que ya incluye las Toll House Crunch Cookies

Este libro de cocina ha generado para Ruth y sus herederos una gran cantidad de ingresos con treinta y nueve ediciones y en la quinta edición de 1941 su famosa receta ya aparecía, escondida en la parte posterior de la página 216 e intercalada entre las recetas de «Galletas de chocolate» y «Cocoanut«. A continuación, os pongo un escaneo de la receta de Toll House sacada directamente de aquel libro.

La famosa receta

Y algo más para ella. En New Yorker se explica que, posiblemente, Wakefield, dadas sus dotes culinarias y su conocimiento académico de la gastronomía, también trabajó como experta para la compañía Nestlé durante años.

Así que hay que quitarse el sombrero ante esta gran mujer Ruth Graves Wakefield que falleció el 10 de enero de 1977 en Plymouth, Massachusetts justo dos años antes de que en 1979, expirase su acuerdo con Nestlé. Entre su restaurante y su libro de cocina, fue una celebridad culinaria en los Estados Unidos desde los años 30 hasta los 60. Al final vendió su restaurante, tras su jubilación en 1966 y después de esta venta el mismo no mantuvo sus estándares de calidad con sus nuevos propietarios y finalmente se quemó hasta los cimientos al amanecer del día de Año Nuevo de 1985. Mejor porque solo quedaron los buenos recuerdos recuerdos del mismo y su famosa receta que ya era un símbolo nacional en los EE.UU.

El filósofo visionario Brillat-Savarin dijo en una ocasión : “El descubrimiento de un nuevo plato contribuye más a la felicidad humana que el descubrimiento de una nueva estrella”. Por eso la próxima vez que Vd, querido lector tenga a una de estas galletas en su mano levante su vaso de leche y brinde en honor de la mujer fuerte e inteligente que las inventó.

Fuente: ”The Great American Chocolate Chip Cookie Book: Scrumptious Recipes & Fabled …” By Carolyn Wyman