El secreto de las emociones humanas 

En mi anterior post «El síndrome del zombi » os hablaba de la distorsión de la realidad provocada por un mal funcionamiento de la parte de nuestro encéfalo asociada al procesamiento de las emociones llamada sistema límbico y fue el naturalista Charles Darwin el primero que propuso que las emociones evolucionaron porque ‘eran adaptativas‘ y eso permitió a los humanos y a los animales el poder sobrevivir y reproducirse. 

En realidad las emociones ejercen una fuerza muy poderosa en el comportamiento humano porque gracias a ellas podemos tomar acciones afectivas o defensivas. De acuerdo con la teoría de la evolución las emociones nos motivan para responder rápidamente a los estímulos de nuestro entorno y esto nos ayuda a mejorar nuestras posibilidades de éxito y supervivencia. 

Hay emociones como el amor y el afecto que llevan a los seres humanos a buscar compañeros y a reproducirse y otras como el miedo que los obligan a luchar o a huir de un peligro. Precisamente esta última-el miedo- es una de las más poderosas porque  ocasiona en nuestro organismo unas respuestas físicas ante las señales de peligro que activan los mecanismos de defensa de nuestro cuerpo.

Diversos investigadores, filósofos y psicólogos han propuesto a lo largo del tiempo diversas teorías para explicar el origen de las emociones humanas y una de las primeras fue la ‘teoría de James-Lange‘ propuesta por el psicólogo William James y el fisiólogo Carl Lange que de forma independiente, y entre los años 1884 y 1887 sugirieron que las emociones humanas eran el resultado de ‘reacciones fisiológicas‘ ante distintos eventos. 

La idea de esta teoría se basaba en que un estímulo externo era lo que conducía  al cuerpo a una reacción fisiológica; por eso, si como consecuencia de un ataque de pánico nos ponemos a temblar, para James y Lange esa reacción física hacia que nos llevase a una conclusión equivocada. Pensamos: «estoy temblando y por tanto estoy asustado» pero para ellos en realidad ‘no tiemblas porque estés asustado sino que lo estás precisamente porque estás temblando‘.

Es decir que ellos contemplaban la emoción como un proceso que se derivaba de una serie de estímulos físicos . Con la teoría de James-Lange se intentaba decir que después de la percepción de un estímulo (una mala noticia, un imprevisto diario, recibir un regalo etc ) nuestro cuerpo genera una serie de respuestas fisiológicas y motoras, y son ellas las que nos producen la experiencia de un sentimiento. Por tanto la ‘activación fisiológica‘ es la condición necesaria para que exista una respuesta emocional.

Pero llegó Walter Cannon, un fisiólogo estadounidense, pionero en el uso de rayos X que empezó a pensar diferente. Este hombre empezó a ocuparse de las emociones y estudió como las mismas afectaban sistema nervioso autónomo, lo que le demostró que las personas pueden experimentar reacciones fisiológicas vinculadas a sus emociones antes de llegar a sentir las mismas. Por ejemplo, un corazón puede acelerarse porque se ha estado haciendo ejercicio, pero eso no significa que su propietario tenga miedo, en cambio si él mismo se encuentra ante un peligro, que le produce ese miedo, va a experimentar los síntomas físicos asociados al mismo y sus manos temblaran , su respiración se acelerará y su ritmo cardíaco aumentará.

Canon propuso su teoría en la década de 1920 y su obra fue ampliada posteriormente por Philip Bard un psicólogo estadounidense cuyas investigaciones se centraron en las funciones del sistema nervioso, especialmente en cómo el cerebro media en el control de las emociones y retomando las propuestas de su maestro Walter Cannon las amplió en lo que se conoce como “Teoría de Cannon-Bard” formulada durante la década de 1930 que asocia las emociones a las reacciones fisiológicas tales como sudoración, temblores o tensión muscular.

Walter Cannon y Philip Bard descubrieron que el tálamo y el hipotálamo son los centros que regulan las actividades nerviosas y pensaron que era el primero el que tenía el papel central en la conducta emocional. Más específicamente, sugirieron que las emociones resultaban al enviar el tálamo un mensaje al cerebro en respuesta a un estímulo, lo que resulta en una reacción fisiológica. Este sería el proceso : 

Veo una serpiente -> Siento temor ->  empiezo a temblar

Es decir que los sentimientos de miedo y las reacciones físicas ocurren al mismo tiempo. Sus propuestas provenían de estudios que mostraban que la estimulación del hipotálamo posterior y las regiones mesencefálicas adyacentes en ratas provocaba siempre reacciones de ira y ataque, acompañadas de reacciones de tipo simpático como taquicardia y secreción de adrenalina. Por tanto conforme a la teoría de Cannon y Bard la experiencia física y psicológica de las emociones ocurren al mismo tiempo y una no causa la otra como pensaban James y Lange.

Sea como sea, la realidad es que es nuestro cerebro quien recibe las señales que desencadenan una experiencia emocional y ante un peligro produce la respuesta del sistema nervioso simpático que se activa debido a la repentina liberación de hormonas como adrenalina y noradrenalina. Esto se traduce en un aumento de la frecuencia cardíaca, la presión arterial y el ritmo respiratorio; los ojos se abren más de lo normal y se amplia el campo visual y la sensibilidad ocular con objeto de identificar el peligro que nos rodea. Incluso después de que la amenaza se ha ido, aún se tardan entre 20 y 60 minutos para que el cuerpo vuelva a los niveles previos a la excitación.

La primera evidencia que relacionó al sistema límbico con las emociones está registrada en el año 1955, cuando Heinrich Klüver y Paul Bucy describieron un síndrome conductual inducido en monos de laboratorio. En sus experimentos observaron que aquellos monos, que eran tranquilos en extremo, sufrían cambios emocionales como agresividad y pérdida del miedo tras ser sometidos a una lobotomía bilateral de los lóbulos temporales y a partir de aquí se empezó a descubrir la importancia de una de las partes más antiguas de nuestro cerebro en las emociones : el sistema límbico 

Fuente

Se trata del cerebro primitivo que dominó el mundo durante millones de años y que rige los movimientos de acercamiento, alejamiento, defensa y ataque. Es un sistema que interacciona muy velozmente y al parecer sin necesidad de mediar con estructuras cerebrales superiores. Allí  se encuentra el secreto de las emociones humanas, desde las reacciones de nuestro cerebro ante una situación de pánico o las fobias irracionales. Todo está en un pequeño órgano conocido como amígdala, una estructura en forma de dos almendras que se conecta con otras estructuras como el hipotálamo, el núcleo septal, el área prefrontal y el núcleo medio dorsal del tálamo

Estas conexiones hacen que cumpla una importante función en la mediación y el control de las actividades afectivas más importantes como la amistad, el amor y el afecto, y en la expresión de los estados de ánimo, miedo, ira y agresión. La amígdala, según las últimas investigaciones pasa a ser el centro de la identificación de cualquier emoción y un ‘botón de emergencia’ de nuestro cerebro que en caso de que nos aceche un peligro inminente, activará la señal que se reenviará inmediatamente al resto del cuerpo.

Por eso si estás solo en casa, escuchas un ruido y distingues una sombra detrás de una ventana, antes de que ni siquiera comprendas que se trata de un ladrón que quiere asaltar tu hogar, tu cerebro ya habrá desatado a través de la amígdala una respuesta masiva de pánico sin que tú lo controles. El equipo del neurobiólogo David J. Anderson, del Instituto Tecnológico de California (CalTech), y el del profesor Andreas Lüthi, del Friedrich Miescher Institute (FMI), ha descifrado él funcionamiento de este ‘circuito del miedo‘ en el que se han comprobado la existencia de dos tipos de células neuronales en esta amígdala que se turnan para abrir y cerrar «las puertas del miedo» y se ha podido demostrar que el mismo está controlado por un microcircuito de dos poblaciones antagonistas de neuronas en este órgano que actúan como una especie de columpio. 

Estas dos poblaciones de neuronas ‘se inhiben entre ellas’ y sólo una de las dos poblaciones puede estar activa a un tiempo, alternando entre dos estados. 

Y en otro experimento, llevado a cabo por científicos del Centro de Salud Mental de la Universidad de Texas en Dallas (EEUU), publicado en la revista Brain and Cognition se descubrió también que el cerebro da prioridad a la información amenazante sobre otros procesos cognitivos siendo la primera vez que un trabajo de investigación identificaba un ‘marcador electrofisiológico‘ con una actividad de ‘ondas theta’ iniciada precisamente en la amígdala.

En la figura siguiente tenemos un esquema que muestra la relación anatómica de cada una de las estructuras del sistema límbico humano. La figura A muestra su disposición anatómica y la B el flujo de señales que se establece entre las estructuras del mismo que determina una cadena neuronal que representa la base sdel sistema que regula las emociones

La amígdala se encuentra conectada con el hipocampo una de las partes más importantes de cerebro y consiste en dos «cuernos» que describen una curva que va hasta la amígdala. Esta estrecha relación implica la memoria que une recuerdos de sucesos que han ocurrido muy próximos en el tiempo. Así se ayuda al cerebro a distinguir cuándo tiene que poner en marcha una respuesta de defensa frente a una potencial amenaza, 

Y aunque la amígdala ya estaba en los mamíferos desde hace unos 220 millones de años coordinando las respuestas primarias y básicas ante un peligro, los seres humanos hemos evolucionado a una corteza cerebral cada vez más compleja, y por eso la misma ha terminado regulando e interactuando con otros impulsos y emociones más complejas.

Un estudio del 30 Agosto 2009 publicado en la revista Nature titulado: «La regulación del espacio personal por la amígdala humana» hecho por Daniel P Kennedy, Ene Glascher, J Michael Tyszka y Ralph Adolphs nos muestra que la amígdala desencadena las reacciones emocionales fuertes siguientes a las violaciones de nuestro espacio personal, regulando así las distancias interpersonales éntrelas seres humanos. ¿Por qué algunas personas no protegen su espacio personal ni reaccionan ante un acercamiento? ¿Por qué hay otras que en la misma situación no soportan una aglomeración y considerarían amenazante incluso un contacto físico en un espacio cerrado ? 

Cuando la amígdala es estimulada eléctricamente, los animales responden con agresión, y cuando es extirpada, los mismos se vuelven dóciles pero en los seres humanos su funcionamiento es más complejo. Por eso mientras se estudian las complejas interacciones cerebrales de nuestras emociones podemos ahora entender por qué no hay dos personas iguales y como algunas se sienten más desinhibidas ante los riesgos mientras que otras reaccionan violentamente ante un stress de miedo o ante la distancia a la que están dispuestos a tolerar si alguien acerca 

En definitiva la manera en como sentimos miedo, afecto o como nos relacionamos con los demás está en esas  «almendritas» que tenemos en el interior de nuestro cerebro.

Fuentes :

Limbic System and Emotions: Empathy in Humans and Primates. David Iñaki López Mejía, Azucena Valdovinos de Yahya y otros. Psicología Iberoamericana (Julio-Diciembre, 2009), Vol. 17, No. 2, pp. 60-69 ISSN 1405-0943 

Cannon, WB. La teoría de Jones-Lange de las emociones. Un examen crítico y una teoría alternativa. American Journal of Psychology 

Myers,DG, Las testuz de la emoción. Psicología: Séptima edición. NY: Word Publishers

Izard, C.E. (1992). Basic emotions, relations among emo- tions, and emotions-cognition relations. Psychological Review, 99, 561-565. 

Un comentario

  1. fermol66 dice:

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