¿Donde fueron los vencejos?

Recuerdo otros pasados veranos en Nerja cuando por las tardes me sentaba en la terraza de mi casa y dejaba pasar el tiempo contemplando el vuelo sutil y acrobático de los vencejos por el cielo. Con su silueta en forma de ballesta el vencejo es la adaptación extrema de las aves a la vida en el aire y resulta un espectáculo fascinante el verlos volar a cientos con su característico chillido que es una especie de banda sonora de las tardes veraniegas.

Este año los he echado en falta, no han venido mis pequeñas aves prodigiosas, que pueden alcanzar velocidades de crucero de hasta 90 km/hora, que no se posan jamás en la tierra, porque pueden vivir un año entero en el aire y que son capaces de recorrer 800 kilómetros en un día, con picos de velocidad en vuelo de hasta 200 km/hora. Siempre los veía a principio del verano incendiando los cielos con sus acrobacias y chillidos, y me libraban de los molestos mosquitos con su pico abierto que es un «insecticida natural» que filtra el aire, atrapando a todo bicho que vuele llegando a almacenar en su buche hasta 1.000 insectos.

El vencejo es un ave muy antigua que ya la teníamos en la Europa de hace 59 millones de años. A grosso modo es, como mínimo, 30 veces más antiguo que la especie humana y surgió evolutivamente en una Europa que aún estaba cubierta por los bosques tropicales. Cuando llegaron los cambios climáticos, los fríos inviernos europeos los obligaron a migrar hacia el sur a las actuales tierras tropicales africanas pero siempre han vuelto a nuestras tierras del hemisferio norte para reproducirse, regresando a África cuando terminan de criar a su último polluelo.

El viaje del vencejo. Fuente ©SEO-BirdLife

No se por qué no han venido este año mis pequeñas aves que duermen sobre las corrientes cálidas de aire, bebiendo las gotas de la lluvia y emparejándose para toda la vida. Siempre volvían cada mes de abril a sus nidos españoles sin perderse jamás por las autopistas de los cielos pero este año las he echado en falta y los cielos españoles han enmudecido sin esas avecillas locas y gritonas que vuelan vertiginosamente entre los edificios en cerradas formaciones, y que me han estropeado muchas fotos de paisajes al cruzar veloces por delante del objetivo de mi cámara.

Es un hecho que hay un declive en las poblaciones de especies de pájaros comunes en el entorno rural y urbano. Entre gorriones, vencejos y golondrinas, se han perdido más de 64,5 millones de ejemplares en España desde 1996, según una de las conclusiones del programa de seguimiento de aves ‘Sacre‘, de SEO/BirdLife pero el caso del vencejo es un poco distinto: no viene porque les afectan las fumigaciones que están provocando una disminución en su comida: los insectos, no vienen porque sus pollos son depredados por miles de gatos callejeros que andan por las ciudades alimentados por «almas caritativas», que se caen de sus nidos por el exceso de calor y porque cada vez tienen menos sitio para su nidificación porque las nuevas construcciones de ahora son lisas, y cuando se reforman los edificios y muros antiguos se suelen tapar todos sus huecos.

Por eso, seguramente este año han preferido quedarse en sus selvas africanas, en países tan exóticos como Uganda, Tanzania o Kenia, a más de 6.000 kilómetros de sus nidos españoles. La naturaleza que conocimos y en la que nacimos y crecimos, ahora está desapareciendo y ya tampoco oímos al cuco en primavera, a la alondra en los trigales y al ruiseñor entre los alisos. Vivimos en la era de los pesticidas, herbicidas, fungicidas, transgénicos, radiaciones electromagnéticas, calentamiento global, cambio en el ritmo de las estaciones, contaminación del agua y del aire y estamos en manos de arquitectos merluzos que tapan los hueco de los aleros, impidiendo anidar a los vencejos. Lo peor es que nuestra Tierra se está volviendo tan aséptica como un quirófano y África, el tradicional refugio de estos preciosos pajaritos ya también se está degradando a grandes zancadas.

Un comentario

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