El caballo de Troya

Mientras los griegos buscaban el modo de entrar en Troya, el inteligente Odiseo ordenó la construcción de un enorme caballo de madera. El caballo debía tener la particularidad de estar hueco por dentro, para que los soldados se pudieran esconder en él.

Una vez que la estatua de madera fue construida por el artista Epeo, Odiseo y treinta y nueve guerreros griegos más se introdujeron en el hueco del caballo. El resto de la flota griega se retiró abandonando al caballo, para que los troyanos creyeran su retirada, siendo Sinón el único hombre dejado atrás. Sinón fingió estar furioso con los griegos por haberle dejado atrás.

Cuando los troyanos se percataron de la presencia del caballo se maravillaron ante sublime creación, mientras que
Sinón hizo creer a los troyanos que el caballo era un regalo de los dioses a modo de amuleto para que Grecia «ganase la guerra» y «les vendió la burra» (en este caso «el caballo») de que su tamaño era tan inmenso para que los troyanos no lo pudieran introducir en la ciudad, y así robarles el amuleto que les daría la victoria definitiva en la guerra.

Casandra, portadora del don de la profecía, se opuso a la introducción del caballo en la ciudad, ya que sabía que ese sería el fin de Troya, pero la maldición del dios Apolo evitó que nadie la creyera. Esa misma noche, los troyanos celebraron lo que creían que era su victoria introduciendo el caballo en Troya con todo el esfuerzo que fue necesario. Cuando Troya cayó dormida por culpa de los efectos del alcohol, Sinón dejó salir a los guerreros griegos del caballo, y masacraron al pueblo troyano.

La coalición Amaiur, la heredera de ETA, nos han colado «un caballo de Troya» en las instituciones. El Sinón de nuestra historia se llama D. Pascual Sala, y es el presidente de nuestro Tribunal Constitucional y la Casandra de nuestro relato es Maria Sangil que tuvo que irse del PP porque nadie le hacia caso cuando denunciaba las maniobras de «estos troyanos de ETA» que ha conseguido meter su caballo en las entrañas del Estado al » que pretenden destruir».

Aunque el PP hizo muy bien no permitiendo disponer de «grupo propio» en la Cámara baja a esta gentuza, los arbertzales «volverá a acudir otra vez al Tribunal Constitucional» planteando que se revoque esta decisión, y ahí está el problema, porque tenemos un Tribunal Constitucional con el que país corre verdadero peligro. Con los magistrados del TC pasa lo mismo que con Sinón en Troya NOS COLARÁN EL CABALLO hasta las mismas «comisiones de los secretos de estado» a poco que nos descuidemos.

El PP debe de «cambiar las reglas del juego» y modificar nuestra Constitución en el sentido de que la preservación y defensa de los derechos constitucionales recaiga en el Tribunal Supremo y no en el desacreditado y politizado TC.