¿Qué es la psicosis colectiva ?

Imaginemos que viajamos en avión en un vuelo de nueve horas. Un pasajero con aspecto pálido no deja de toser dando la apariencia de estar enfermo. Al poco de de empezar el viaje se propaga el rumor por todo el avión de que ese pasajero posee una enfermedad altamente contagiosa. El pasajero no para de toser y la gente en el avión comienza a sentir malestar, sudores, ansiedad, y sienten que el pasajero enfermo les ha contagiado. Solo se trata de un simple resfriado, pero un gran número de viajantes comienzan a sentirse enfermos.¿Qué está pasando? La enfermedad que creen padecer no es real, pero los síntomas sí. Es decir, a pesar de no haberse contagiado de ningún virus, los mareos, sudores o palpitaciones que pueden presentar los viajeros sí son reales. El estrés que ha desencadenado la situación temida ha producido una reacción fisiológica en los sujetos, que creen firmemente que han sido afectados por una enfermedad real.

Hablamos de la histeria colectiva, también denominada como enfermedad psicogénica de masas; un fenómeno psicológico que se produce en varios miembros de una comunidad de manera más o menos simultánea con síntomas que pueden ser realmente curiosos y a veces con respuestas “aparentemente alegres” que no tienen nada que ver con la alegría

El baile de la boda (1566) de Pieter Brueghel

En la Europa de los siglos XIV, XV y XVI ocurrieron varios renombrados caso de histeria colectiva que no tuvieron nada que ver con infecciones víricas o bacterianas sino tan solo con irregularidades en el sistema nervioso de los afectados generando unos increíbles episodios que azotaron a este continente y que fueron llamadas como las epidemias de baile de la Edad Media

Los primeros datos se remontan a 1374, cuando en una docena de ciudades de la cuenca del Rin, cientos de personas fueron poseídas por una compulsión irrefrenable que las obligaba a bailar; en cuestión de semanas, aquella epidemia se extendió a grandes áreas del noreste de Francia y Holanda durando varios meses hasta que la misma remitió. En 1491, en un convento de monjas de los Países Bajos algunas de ellas empezaron a correr como perros y a saltar a los árboles imitando a los pájaros o maullando como si fueran gatos.

Un día de julio de 1518, en una calle de Estrasburgo, una mujer llamada Frau Troffea salió a la calle y comenzó a bailar sin motivo aparente. Al cuarto día ella ya no bailaba sola, sino que había 34 personas más las que la acompañaban sin apenas parar para comer. Al cabo de una semana más de 100 personas bailaban en las calles y la autoridad comenzó a actuar. Al contrario de lo que se pueda pensar, en aquellos momentos se creyó que lo mejor era que los afectados siguieran bailando para poder recuperarse y de esta forma, incluso se contrataron músicos y bailarines y se construyó un escenario para que siguieran bailando.

Así pintó la manía de la danza Pieter Brueghel el joven (1564-1638) a partir de dibujos de su padre

Pasado un mes, aquella plaga de danzantes ya se había extendido hasta varias docenas de ciudades y pueblos de Alsacia con más de 400 bailarines entre hombres, mujeres y niños que a finales de aquel verano comenzaron a morir aquejados de infartos, derrames cerebrales o, simplemente, de agotamiento. Finalmente a principios de septiembre de aquel año aquella epidemia comenzó a remitir.

Aquellas plagas de baile y las posesiones en los conventos de monjas fueron episodios confirmados y se dispone de una gran variedad de fuentes documentales que dan fe de su existencia descritas de forma independiente por médicos, cronistas, monjes y sacerdotes. En el caso de Estrasburgo, incluso, figuran los hechos en sus actas municipales y no existe ninguna evidencia, según cuestiona el profesor John Waller de la Universidad de Michigan en su libro “A Time to Dance, a Time to Die”, de que aquellos danzantes lo hicieran por voluntad propia ya que está bastante claro que no había ningún tipo de alegría en aquellos bailes o en las extravagancias que hicieron las monjas en sus conventos.

La razón más plausible por la que esta histerias colectivas pudieron surgir, debió de ser la presión psicológica a la que los ciudadanos de aquel tiempo estaban sometidos por condiciones de enfermedades y desesperación. Siempre hubo un denominador común y fue el que aquellas plagas vinieron precedidas por una sucesión de hambrunas provocadas por inviernos y veranos extremos con heladas y granizadas que arruinaron las cosechas con lo que el precio del pan llegó a extremos máximos. El hambre causó grandes mortandades y las ciudades estaban llenas de campesinos que lo habían perdido todo que mendigaban por sus calles, con la lepra, la viruela y otras enfermedades como la sífilis, cebándose sobre ellos.

En el caso de los conventos aunque en los mismos el ambiente era más sano, no lo era- sin embargo- el estado psicológico de sus monjas que estaban sometidas a mucho estrés ya que muchas de ellas no estaban allí por decisión propia, sino por decisión de sus padres y una vez dentro, les era muy difícil salir. La desesperación afectaba no solo a aquellas que no parecían tener ningún tipo de vocación religiosa sino también a las que la misma les sobraba, ya que también estas últimas estaban atormentadas por el temor de no entregarse lo suficiente a Dios.

Estos extraños casos de comportamientos histéricos colectivos se han seguido repitiendo a lo largo de la historia. Algunos con espantosas consecuencias como fue el caso de los habitantes de la ciudad de Salem (Massachusetts) a finales del siglo XVII. Corría el año 1692 y la vida en la América colonial no era fácil; los colonos que habían llegado a Nueva Inglaterra desde Europa llevaban un vida profundamente religiosa y dedicada a las labores del campo. Estaban sometidos a un profundo control de sus acciones religiosas y en un momento dado dos de las hijas del párroco Samuel Parris, comenzaron a manifestar extraños síntomas como convulsiones, fiebres y ladridos. La persona que servía en aquella casa era Tituba, una mujer negra esclavizada procedente de Barbados a la que le gustaba contar historias y rituales de vudú a las hijas del reverendo Parris,

Probablemente las niñas, empezaron a dejarse influir por estas historias y comenzaron primero a manifestar síntomas de posesión de manera voluntaria a modo de juego, para después escapar los mismos de su propio control y aquellos síntomas comenzaron a replicarse en otras chicas y a propagarse. El médico local, al no encontrar razones físicas para tales manifestaciones , declaró que el problema debía se de índole demoníaca aunque, en realidad, era un caso muy claro de histeria colectiva.

La casa en la que sucedió el primer caso

Al principio se acusó a Tituba y a otras dos mujeres como causantes de tal posesión y la sirvienta, sometida a la presión de la tortura por Samuel Parris, se declaró culpable y acusó a las otras dos mujeres de brujería. El caso de acusación fue replicado por muchos otros habitantes de Salem, que, por rencillas económicas, envidias u otros motivos, comenzaron a acusar, sin fundamento alguno, a otras personas de brujería y tras varios meses más de 200 personas ya habían sido acusadas y 19 de ellas ahorcadas.

Otros casos fueron sólo curiosos y sin mayores consecuencias como uno del 15 de febrero de 1787, cuando una joven en una fábrica de algodón de Lancashire decidió asustar a una de sus compañeras de trabajo con un ratón. Aquella broma hizo historia médica porque, aterrorizada por el roedor, la mujer tuvo un ataque que duró horas y al día siguiente, ya había tres trabajadoras más sufriendo ataques violentos. Alarmados y desconcertados por la epidemia, los propietarios cerraron el molino en medio de rumores de una enfermedad provocada por el algodón contaminado hasta que llegó el Dr. William St Clare de Preston para investigar, encontrando a 24 personas afectadas. Tres trabajaban en otra fábrica cinco millas más adelante. Su conclusión fue que aquella supuesta epidemia era algo “simplemente nervioso, de fácil curación y no inducido por el algodón”, y una vez tranquilizadas, todas se recuperaron y no hubo más trabajadoras enfermas.

En cuanto a la risa, sabemos muy poco acerca de cómo las emociones positivas ocasionan esta reacción, pero existen casos bien documentados que informan de que la risa no siempre es positiva ni sana. El ejemplo más famoso ocurrió el 30 de Enero de 1962, en un colegio femenino del pequeño pueblo de Kashasha, cerca de Bukoba en la región de Tanganica (actual Tanzania), cuando una extraña epidemia de histeria colectiva comenzó a expandirse entre sus alumnas, las cuales padecían unos ataques de risa con los que perdían totalmente el control.

A veces, la risa no es tan simple. GETTY IMAGES

El 18 de Marzo de aquel año, aquel colegio se vio forzado a cerrar dado que 95 de sus 159 alumnas estaban afectadas por aquel extraño comportamiento y a raíz del cierre del mismo muchas de sus alumnas se desplazaron a su lugar de origen, y la epidemia se extendió rápidamente, contagiando principalmente a adolescentes de entre 12 y 18 años en otros colegios con una risa incontrolable que afectó a unas 1.000 personas, y que provocó el cierre temporal de otras 14 escuelas en la región de Bukoba (Tanganyika)

Panorámica de Bukoba

Según relatan los escritos de aquella época, nadie se veía afectado por aquellos ataques de risa a no ser que hubiera estado previamente en contacto con alguien que ya estuviera afectado. Los efectos no eran inmediatos, sino que aparecían tras un periodo de incubación que oscilaba entre unas pocas horas y unos pocos días y el resultado era siempre el mismo: de repente, comenzaba unos ataques de risa que duraban entre varios minutos y varias horas sin posibilidad alguna de controlarlos,

La epidemia no llegó a causar ninguna muerte y los que se vieron afectados por la misma sufrieron sus efectos a lo largo de un plazo máximo de 16 días. Los síntomas de las víctimas incluían ataques recurrentes de risa y llanto acompañados de inquietud (correr sin rumbo y violencia ocasional), sin ninguna no se encontraron evidencias de causas orgánicas. Pasados 18 meses desde aquel 30 de Enero de 1962, la epidemia desapareció por completo, remitiendo los efectos y su contagio entre toda la población. Nadie supo cuál era la causa, y se hicieron exámenes a los enfermos sin encontrar ningún rastro de infección aunque todos tenían sus pupilas más dilatadas de lo normal y unos reflejos musculares exagerados.

La histeria colectiva puede causar grandes perjuicios económicos y a comienzos de 1999 hubo un notable caso de la misma en Bélgica. El país había sufrido recientemente un problema de salud pública provocado por una sustancia llamada dioxina, un componente tóxico que se había colado en la cadena trófica de alimentos para animales de modo que las autoridades tuvieron que retirar de todos los comercios todos los productos lácteos y cárnicos originados en Bélgica.

Todos los alimentos que pudieron haber sido contaminados con dioxina debieron ser retirados de los supermercados belgas.ñ

En este contexto se produjo el citado caso de histeria colectiva con graves perjuicios económicos que se originó en un colegio de Amberes cuando una decena de niños presentaron síntomas de una enfermedad estomacal, cayendo enfermos. Todos ellos tenían un denominador común: habían tomado Coca-Cola y a su vez, todos relataban que aquella bebida tenía un olor extraño. Dada la situación en la que el país vivía, las autoridades decidieron prohibir la venta de todas las bebidas de esta marca y otros países europeos también aplicaron las mismas restricciones.

Parece ser que la situación de estrés que se vivía en el país indujo a aquellos jóvenes a mostrar síntomas, que nada tenía que ver con una enfermedad real y una vez que se confirmó que la bebida era completamente segura, la marca declaró que probablemente el uso de otro tipo de dióxido de carbono utilizado para la confección de la Coca-Cola produjo un olor diferente, pero que no tenia ningún impacto negativo para la salud.

Otras situaciones derivan en comportamientos diferentes. En el año 2012 en Le Roy, un pequeño pueblo de 7500 habitantes en el oeste de Nueva York un puñado de niñas sufrieron tics y espasmos extraños, aparentemente involuntarios y pronto la condición se propagó, y hasta 19 personas exhibieron esos síntomas. También hubo otros casos similares en una escuela en Lancashire, Inglaterra, en noviembre del año 2009 y en lugares de inestabilidad política como Kosovo, Afganistán y Sudáfrica.

En el año 2015 40 alumnos de la academia Outwooden Ripon recibieron tratamiento por mareos y náuseas después de que cuatro se desmayaron en un servicio del Día del Armisticio. Los especialistas de la brigada de bomberos enviados al incidente no encontraron señales de materiales peligrosos, pero el salón de actos estaba cálido. David Winspear, del servicio de bomberos de North Yorkshire, sospecha que un puñado de niños se desmayó y el resto desarrolló síntomas provocados por la ansiedad que se extendió por la escuela. Un estudiante habló de un “efecto dominó”.

Todos los casos relatadostienen el sello de lo que una vez se llamó histeria colectiva, pero que actualmente se conoce como enfermedad psicógena masiva (MPI). Los médicos han registrado casos durante cientos de años y la mayoría de las semanas surgen nuevos incidentes en todo el mundo. Simon Wessely , del instituto de psiquiatría del King’s College de Londres, y que escribió su primer artículo sobre el tema en 1987 afirma que “este comportamiento es increíblemente común y le sucede a personas completamente normales”,

Christian Hempelmann de la Universidad Texas A&M, que investigó el incidente, de la epidemia de risa de 1962 en Kashasha también describió aquella epidemia como un caso de enfermedad psicógena o sociogénica masiva , añadiendo que la misma tiene la capacidad de atacar a las personas que viven en entornos de alto estrés. Los factores de estrés de aquellas colegialas pudieron haber sido sus expectativas desconocidas impuestas en las escuelas dirigidas por británicos y las incertidumbres creadas por la independencia de Tanganyika, lograda apenas un mes antes del incidente. En este tipo de situaciones la persona no tiene poder sobre su estrés y al no poder encontrar otra respuesta- según Hempelmann– “tienen que expresarse corporalmente” y otras personas copian subconscientemente el complejo de síntomas.

No todos los episodios de MPI son benignos y se resuelven fácilmente. Hay casos complejos que ocurren cuando el estrés se acumula y se vuelve crónico en una población. En estos casos, los efectos pueden ser explosivos y en regiones donde la gente vive con el miedo de ser gaseada, bombardeada con agentes nerviosos o golpeada por la brujería, los eventos psicógenos masivos pueden afectar a cientos, incluso a miles de personas a la vez que pueden sufrir tics musculares, espasmos o temblores durante semanas y meses.

Es decir que los ambientes llenos de tensión son los que predisponen a la histeria colectiva. Se dice que prácticamente cualquier persona puede ser víctima de este mal si las circunstancias se conjugan para que así sea y una vez que se produce la reacción en cadena, es difícil abstraerse, por eso los estudios al respecto son muy escasos y se basan sobre todo en conjeturas más que en hechos establecidos. La psicosis colectiva es una manifestación fascinante de la mente humana, que nos recuerda lo difícil que es mantenerlo todo bajo control.

Fuentes:

Atlas oscura

Cabovolo

BBC

La Vanguardia

John C. Waller “A time to dance, a time to die: the extraordinary story of the dancing plague of 1518” (2008).

Un comentario

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