El corazón es un músculo hueco que con solo 12,5 centímetros de longitud y un peso aproximado de 450 gramos es capaz de mover la sangre por nuestro cuerpo. Tiene cuatro cavidades: dos superiores, llamadas aurículas, y dos inferiores, llamados ventrículos y para moverla utiliza cuatro válvulas que controlan la entrada y salida de este fluido llamadas : tricúspide, pulmonar, mitral y aórtica.
Un ciclo cardíaco consta de una sístole y una diástole de ambas aurículas y una sístole y una diástole de ambos ventrículos. En cada ciclo cardíaco se producen cambios de presión cuando las aurículas y los ventrículos se contraen y se relajan de forma sucesiva, y la sangre fluye desde las áreas de mayor presión a las de menor. La tensión diastólica es la que determina la fuerza con la que sale la sangre del corazón hacia los vasos sanguíneos, mientras que la tensión sistólica es la presión con la que circula esa sangre por las arterias cuando el corazón está volviendo a llenarse.
En la sístole el corazón se contrae para expulsar la sangre a las arterias y se produce la presión más fuerte. trabajando la válvula pulmonar que controlar el flujo sanguíneo desde el ventrículo derecho hacia las arterias pulmonares para oxigenarla, y la válvula aórtica que permite que esa sangre rica en oxígeno pase desde el ventrículo izquierdo hacia la aorta
En la diástole se produce una fase de relajación y tras la contracción el corazón con la misma hace retornar la sangre desde el circuito pulmonar al ventrículo izquierdo que se encarga de bombearla hacia el circuito sistémico. Ahora las que trabajan son la válvula mitral o bicúspide que permite que la sangre rica en oxígeno de los pulmones pase de la aurícula izquierda al ventrículo y la válvula tricúspide que controla el flujo sanguíneo entre la aurícula derecha y el ventrículo derecho. Cuando se hace una medida de la tensión (DIA) lo que se está registrando es el valor más alto de esa presión que corresponde a la sístole, y el valor más bajo de la misma que corresponde a la fase de relajamiento o diástole y lo que se mide con la presión arterial son las fuerzas que se aplican sobre las paredes de las arterias a medida que el corazón bombea la sangre por cuerpo. Esta presión se mide en milímetros de mercurio (mmHg) y está compuesta de dos valores: la presión sistólica y la presión diastólica. Si usamos un medidor de tensión las lecturas de esa presión arterial se dan en dos números: por ejemplo 122/83 indicaría que 122 es la presión sistólica y 83 la presión diastólica, que como antes dijimos corresponden a dos situaciones de nuestro corazón: contraído y relajado.
La hipertensión arterial es una enfermedad que se produce cuando la presión que ejerce la sangre sobre las paredes de los vasos sanguíneos es demasiado alta. Una persona se considera hipertensa si tiene valores a partir de 90 milímetros de mercurio de tensión diastólica (la llamada popularmente baja) y/o a partir de 140 de sistólica (la alta). El caso contrario de la hipotensión le ocurre a aquellas personas que tienen una presión sistólica por debajo de los 100 mmHg. No se sabe a ciencia cierta en la actualidad cuales son las causas de la hipertensión aunque se especula con que en la misma pueden influir factores de riesgo como los genéticos, el consumo de sal o de alcohol y la obesidad. La Organización Mundial de la Salud clasifica la presión arterial de la manera indicada en el cuadro siguiente:
Este clasificación se basa en valores de la presión medidos en personas sentada en las consultas externas de los hospitales, y los siguientes valores pueden utilizarse como guia de tensiones arteriales «anómalas» en mediciones realizadas por los aparatos comúnmente usados en las casas.
Sin embargo todo esto de la sangre y la presión arterial tiene una larga historia que empezó con Hipócrates de Cos (460-370 a.C.) que sostuvo que la salud de un individuo se basaba en un equilibrio entre la sangre y una serie de humores y que siguió Galeno de Pérgamo (129-199 a.C.) aquel médico que vivió en el siglo II en Roma y que nos dio la primera observación científica de que tenemos en nuestro interior ese líquido llamado sangre continuando con Avicena (989-1037 d.C.) que en su obra: «El Libro de la Curación» (Kitab al-Shifa) aceptó sin dudar aquellas teorías galénicas.
Desde aquellos lejanos tiempos el estudio de la sangre ha avanzado mucho pero el concepto de hipertensión no llegó hasta el año 1889, cuando Henri Huchard (1844-1910) lo introdujo como un término.
Henri Huchard: Fuente: Wikipedia
Pero el origen del concepto de hipertensión como patología empezó a intuirse cuando Harry Goldblatt, un norteamericano de la Universidad McCiill en Montreal hizo un experimento en 1934 para provocar la misma a un animal mediante una pinza de plata de su propio diseño
Harry Goldblatt Fuente
Esta pinza provocaba una estenosis en una arteria renal de aquel animal y con ello su presión arterial se elevaba momentáneamente. Después este científico extirpó el riñón del mismo y comprobó que tanto sin estenosis como con estenosis el aumento de la presión era duradero, por lo que supuso que debería de haber una sustancia liberaba por los riñones que causaba aquella hipertensión.
La medida de la presión arterial se hace modernamente por la llamada toma de tensión cuando nuestro medico nos pone un manguito de goma alrededor del brazo, unido a un sistema aneroide y mediante un fonendoscopio colocado a nivel de la arteria del brazo, puede «oír» los sonidos que origina nuestra sangre a medida que se desinfla el mismo, lo que le permite establecer los valores de la presión arterial sistólica y diastólica pero para conocer como se originó este invento tenemos que remontarnos a un vicario de Cambridge llamado Stephen Hales (1677-1761)
Stephen Hales. Fuente: Wikipedia
Su método de medida lo publicó en su libro Haemastics (que puede traducirse como Hemostática) y la forma de hacerlo fue la de ligar la arteria crural de un caballo viejo, e introducir en la misma un tubo de cobre en forma de pipa, y en el otro extremo un cristal vertical de 9 pies de largo y 1/6 de pulgada de diámetro. Al desatar aquella ligadura la sangre del caballo subió 8 pies y 3 pulgadas con lo que de acuerdo con el diámetro del tubo y la altura de la columna, pudo deducir que aquel animal tendría unos 190 mmHg de presión sistólica. Por cierto que la unidad de medida del mmHg se la debemos a Jean Marie Poiseuille (1799-1869), que a principios del siglo XIX la introdujo como medida de la presión arterial.
Desde aquellos lejanos tiempos la medida de la presión arterial fue avanzado mucho y Karl Ludwig (1816-1895), ideó un manómetro constituido por un tubo de vidrio en forma de U lleno de mercurio al que adaptó a un cilindro rotante recubierto por un papel ahumado y en el mismo grabó las oscilaciones de la presión arterial. Fue el llamado Quimógrafo de Ludwig
Quimógrafo de Ludwig con esfigmomanómetro constituido por un tubo de vidrio en forma de U lleno de mercurio. Fuente: Hipertensión arterial en la atención primaria de salud. Dr. C. Jorge P. Alfonzo Guerra
Pero todos aquellos aparatos necesitaban introducir una cánula o tubo en la arteria, por lo que eran sistemas muy agresivos para ser usados en el ser humano y Karl von Vicrordt (1818-1884) en 1855 dedujo que se podía calcular la presión necesaria para obstruir desde el exterior una arteria con un aparato al que llamó esfigmógrafo que trasmitía el movimiento del pulso desde una palanca muy larga hasta un quimógrafo con papel ahumado.
Antiguo esfigmógrafo fabricado por G.Boulitte en París fabricado entre finales del siglo XIX y principios del XX
Este aparato fue el primer paso para un registro no invasivo que calculaba la presión necesaria para obliterar la arteria, y fue la base de todos los aparatos que hoy se emplean para medir la presión arterial. Hoy en día las mediciones se hacen de una manera muy cómoda en nuestra propia casa con los modernos aparatos automáticos o semiautomáticos que podemos encontrar en farmacias y tiendas especializadas que llevan un brazalete que se infla y desinfla accionado por un compresor y un sensor de presión electrónico calibrado para analizar las oscilaciones de la arteria de nuestro brazo que es al colapsada por ese manguito.
Para concluir os recomiendo que hagáis un seguimiento de vuestra tensión arterial porque la sangre es el «río de la vida» y cualquier problema que obstaculice su viaje por el cuerpo tiene desagradables consecuencias (accidentes cerebrovasculares, ataques cardíacos, insuficiencias renales o trastornos oculares). Si tenemos una presión arterial alta nuestro corazón debe de esforzarse más de lo normal para bombear la sangre y a largo plazo eso lo engrandece y debilita dañándose las paredes de las arterias y arteriolas que al cicatrizar se endurecen y se vuelven más gruesas perdiendo elasticidad y disminuyendo su capacidad para aportar sangre a los órganos del cuerpo.
Los valores normales de la presión arterial varían con la edad y las personas mayores suelen tenerla mas elevada que las jóvenes pero con una presión sistólica que no supere los 120 milímetros de mercurio y una diastólica que esté por debajo de los 90 ( la típica medida 12/9 en cm de Hg que nos dan los aparatos caseros ) tal vez consigáis alargar vuestra vida.
Fuentes:
MASON, S. F., Historia de las Ciencias.Madrid. 1986)
Historia de la hipertensión. David Garcia Barreto