En 1983, el Trofeo que representaba a la Copa del Mundo se llamaba «Trofeo Jules Rimet» y fue robado sin que jamás se haya podido averiguar qué fue lo que realmente pasó. Este es otro de los misterios del siglo XX.
Empecemos por el principio. Aquella estatuilla que se entregaba a los ganadores de la Copa Mundial de Fútbol fue esculpida a instancias del presidente de la FIFA, el francés Jules Rimet, en 1928 por la joyería «Christofle«, de París, siendo su autor el escultor francés Abel Lafleur. Era un trofeo donde una figura alada que representaba a Niké, la diosa griega alada de la victoria sostenía una copa octogonal, y estaba fabricada en oro macizo con una base azul de lapislázuli. Medía 35 cm de altura y pesaba 3,8 kg y costó 50 mil francos suizos. Monsieur Rimet impuso la norma de que quien la ganara tres veces en el título mundial «se quedaría con ella definitivamente«.
Aquel trofeo tuvo muchas vicisitudes. Fue conservado por el campeón del Mundo de 1938, Italia pero debido a su alto valor, al iniciarse la Segunda Guerra Mundial, Ottorino Barassi, vicepresidente italiano de la FIFA lo retiró en secreto de un banco de Roma y lo escondió en una caja de zapatos debajo de su cama para impedir que los nazis se apoderaran de él. Veinte años después, en Marzo de 1966, fue robado antes de la Copa Mundial de Inglaterra en el Central Hall de Londres por un tipo que se hacía llamar Jackson, que pidió un rescate de quince mil libras diciendo que para él no era más que un trozo de oro y que si antes de unos días no tenía noticias la fundiría.. El nombre real del ladrón era Edward Betchley, un ex soldado de 46 años de edad que había servido en el cuerpo real de blindados durante la segunda guerra mundial en Egipto e Italia y aunque fue capturado, no dijo donde estaba el trofeo. Finalmente el mismo fue encontrado, gracias al gran olfato de un perro llamado Pickles, propiedad de un comerciante londinense que lo encontró entre unos arbustos en el jardín del ciudadano de Norwood
David Corbett, su amo recibió un premio de 5.000 libras esterlinas (los perros son el mejor amigo del hombre). La curiosa historia de esta anécdota podéis leerla (en inglés) AQUÍ
El 21 de junio de 1970 ante más de 115 mil personas y en el Estadio Azteca de México, Brasil derrota en la final del Mundial a Italia por 4-1. Después de 41 años aquel trofeo fue levantado por el capitán de la selección brasileña Carlos Alberto que lo besaba emocionado. Y no era para menos porque la selección de Pelé acababa de «ganarlo a perpetuidad» al conquistar tres campeonatos del mundo de fútbol, como había estipulado Jules Rimet en 1930.
- Carlos Delgado levanta la Jules Rimet en México, 1970
Y as fue como la famosa copa Jules Rimet pasó a propiedad de Brasil en 1970, haciéndose necesaria la creación de un reemplazo para 1974 que es la actual Copa del Mundo. Un trofeo de oro macizo de 18 quilates con una base de malaquita, que representa a dos figuras humanas sosteniendo a la Tierra. Ya no se lo queda nadie y el país ganador lo conserva hasta el siguiente torneo, recibiendo una réplica de la misma chapada en oro.
Vayamos ahora al robo misterioso de la Copa Jules Rimet. Oficialmente el «cerebro del golpe» fue un tal Sergio Pereira Alves (o Sergio Peralta, como le conocían sus amigos). Dicen que lo planeó a mediados de 1983 en el bar «Santo Cristo» de la zona portuaria de Río y que se le ocurrió la idea al verlo en una exhibición en la sede de la Confederación Brasileña de Fútbol en Río de Janeiro (CFB). El trofeo se encontraba en un gabinete con un frente de cristal antibalas, pero por su parte posterior la vitrina donde se exponía estaba hecha de madera. A Pereira que solía compartir las mesas de poker y cachaça con un reputado manipulador de cajas fuertes, llamado Antonio Setta aquello le parecía un «bocado fácil» para un experto como su amigo Setta, pero este rechazó la invitación al robo porque la copa le traía el recuerdo de su hermano que había muerto de un paro cardíaco en 1970, precisamente viendo aquella final Brasil-Italia por televisión.
Pereira convenció a otros dos individuos llamados José Luis Vieira, alias “el Bigote” y Francisco Rocha, alias «el Barba» para robar el Trofeo Jules Rimet, y el golpe se dio la noche del 19 de diciembre de 1983. El «Bigote» y «el Barba» entraron en la vieja sede de la CBF, y maniataron al único guarda que allí había y en menos de una hora se hicieron con la copa. Entonces entró en juego el joyero argentino Juan Carlos Hernández en cuyo taller se sospecha que pudieron fundirse los 1,8 kilos de oro de 18 quilates de aquella copa.
El sentimiento y la identificación de los brasileños con la copa Jules Rimet era tan grande que la policía comenzó a recibir pistas. Cuando Antonio Setta se enteró por los diarios que se habían llevado el trofeo delató a Pereira (aquel que le había propuesto dar el golpe) y al final aquellos cuatro hombres fueron juzgados y declarados culpables. En aquel asunto se dijo que muchas de las confesiones que permitieron al juez condenar a aquellos cuatro acusados en 1998 se lograron «bajo tortura» porque la policía tenia prisa por darle una satisfacción a la opinión pública brasileña que quería ver «rodar cabezas» y Pereyra Alves fue condenado a nueve años de prisión pero la copa «nunca se recuperó«.
En principio se pensó que la copa Jules Rimet «fue convertida en lingotes de oro» pero los resultados oficiales del análisis químico que se practicaron en el taller de fundición del argentino Hernández, en el centro de Río de Janeiro demostraron que en aquel taller, por su tipo de trabajo artesanal solo se podían fundir 250 gramos de oro por turno, y esto habría sido un proceso muy lento para hacer desaparecer aquel trofeo.
El argentino, Juan Carlos Hernández cumplió su pena y siempre declaró que la copa Jules Rimet «no fue fundida por él» sosteniendo que era inocente de ese presunto delito.
La policía llegó a investigar otra versión y es que aquella copa estuviera en la casa de Giulite Coutinho (Visconde do Rio Branco) , ex-presidente de la Confederação Brasileira de Fútbol pero él lo negó y la cosa es aún más extraña porque tanto Pereira Alves, como sus cómplices terminaron sus días penosamente, pobres, Culpables pero sin riqueza.
En Agosto de 2003 a los 59 años y víctima de una enfermedad coronaria murió el presunto cerebro del golpe. Sergio Pereira Alves que también terminó sus días en un pequeño cuarto de la calle donde nació y donde, según las investigaciones, planeó el hurto con sus cuatro amigos, pero murió pobre y olvidado, y jurando a quien le escuchaba que era inocente. En cuanto al argentino Juan Carlos Hernández no se le conocen signos de riqueza y sigue sosteniendo su versión de que «él no fundió la copa«.
A la fecha actual aún sabemos si aquella copa fue fundida o al igual que ocurre con otras obras de arte robadas, fue comprada por alguien que «la quería para él solo» pagando una fortuna para llevársela enterita bien lejos de Brasil, pero ., ¿quien se ha beneficiado de todo esto? El resultado es que la Copa Jules Rimet DESAPARECIÓ
Pero como soñar no cuesta dinero, los románticos brasileños del fútbol aún siguen confiando en que se encuentre.
Fuentes: