El hombre «sin miedo»

Alex Honnold es un escalador de paredes verticales que asciende sin cuerdas ni equipos de protección de ningún tipo. Se trata de una modalidad deportiva, denominada «escalada libre» o «free solo», en la que el escalador no utiliza ningún tipo de cuerda o equipo que lo asegure. En Internet abundan los vídeos que muestran a este escalador asaltando a todo tipo de colosos calcáreos y el espectador al verlos puede que sienta náuseas o escalofríos de vértigo al verlo con sus dedos agarrados a una muesca imperceptible de la pared y a más de 500 metros de altitud, o mirando como sus pies se apoyan en una laja más pequeña que un sacapuntas pero esto no importa a Honnold, de hecho nunca parece tener miedo a una caída.

Hay quien afirma que el «solo libre» es la forma más pura de escalar y otros lo llaman simplemente un «suicidio» . El escritor John Long lo resumió en una frase lapidaria: «si caes, mueres» y ahí es donde Honnold se ganó el apodo de Alex “No Big Deal” Honnold (Alex “no es para tanto” Honnold) que para él significa que no hay que preocuparse por algo, una frase que suele repetir en las situaciones más aterradoras aunque verlo escalar con los dedos de sus manos casi sin contacto con la roca mientras que sus pies se aferran a minúsculos bordes delgados de la misma produzca angustia.

Alex Honnold decidió en el año 2014 coronar sin ningún tipo de cuerda que lo asegurasen una ruta apodada ‘el sendero luminoso‘, en el Potreo Chico (México), y tardó poco menos de tres horas en ascender los 764 metros de aquella pared vertical. Su compañero Cedar Wright, tras aquella escalada afirmó: “en ocasiones son sólo milímetros de sus pies y manos los que le sujetan a la pared. La mayor parte del tiempo intentaba no pensar sobre él escalando sin cuerda aquella vía porque era algo aterrador”

Su mayor logro, lo consiguió el sábado 3 de junio de 2017 al ser la primera persona en escalar el emblemático muro de granito de 914 metros de altura conocido como «El Capitan» en el Parque Nacional Yosemite de California. Un equipo de directores liderado por Jimmy Chin, uno de los compañeros de escalada más antiguos de Honnold, y Elizabeth Chai Vasarhelyi, filmaron aquel ascenso en un documental titulado»Free Solo«. Nadie sabía si el mismo era posible, y de hecho, el equipo que trabajó en aquella película, tuvo que considerar la horrible posibilidad de que en realidad lo que estuvieran rodando fuera una snuff movie. Y es que escalar esa pared puede llevar bastante tiempo a escaladores experimentados y con cuerdas pero Honnold lo hizo en en 3 horas y 56 minutos sin cuerdas y sin ningún equipo de protección. Ver el documental «Free Solo» puede desencadenar cierto grado de vértigo, ya que en las últimas partes del mismo sabes que si Alex hubiera perdido el equilibrio, habría caído hasta la muerte en el suelo muy por debajo.

Y la pregunta que surge es la siguiente: ¿experimenta Alex Honnold alguna sensación de miedo cuando se juega la vida en sus escaladas sin protección ? La revista Nautilus, publicó un artículo del escritor J.B. MacKinnon con este título: El extraño cerebro del escalador en solo más grande del mundo, ( ver fuentes abajo) al que seguía el llamativo subtítulo de «Alex Honnold no experimenta miedo como el resto de nosotros» y en el que se describe el estudio neurológico realizado sobre el cerebro de Alex Honnold.

La idea surgió en una de las mesas redondas en las que suele participar este escalador que se celebró en el año 2014, en la sede de la National Geographic Society en Washington, DC en donde la neuróloga Jane E. Joseph, investigadora del MUSC (Medical University of South Carolina) terminó lanzando la siguiente hipótesis: «la amígdala de ese chico no está funcionando».

Heinrich Klüver y Paul Bucy

Pero.. ¿qué es la amigdala? ¿Y qué tiene que ver su funcionamiento con el miedo? El descubrimiento del importante papel de este órgano cerebral se remonta al año 1955, cuando los doctores Heinrich Klüver y Paul Bucy describieron el síndrome conductual que lleva su nombre: se trata del síndrome de Klüver-Bucy (en inglés Klüver syndrome) que es un trastorno de la conducta que sucede cuando los lóbulos temporales bilaterales cerebrales sufren alguna alteración y la amígdala está particularmente implicada en la patogenia del mismo. El descubrimiento vino cuando ellos trabajaban con mescalina un químico extraído de un cactus, que causa alucinaciones vívidas y Klüver notó que los monos que recibían mescalina a menudo presentaban movimientos automáticos en los labios, lo que le recordó a síntomas similares en pacientes con epilepsia del lóbulo temporal. Para tratar de encontrar la región del cerebro afectada por esta patogenia ambos investigadores trabajaron con un mono Rhesus muy agresivo, llamado Aurora al que sometieron a una lobotomía bilateral extirpando gran parte del lóbulo temporal izquierdo de su cerebro. Cuando este mono despertó, su comportamiento agresivo había desaparecido, y se comportaba mansamente.

Larry Weiskrantz (1926-2018)

La asociación de estos hechos con la amígdala vino en 1956 cuando Larry Weiskrantz describió los componentes emocionales de aquel sindrome de Kluber-Bucy (1937), indicando que conformaban una lesión del lóbulo temporal y más específicamente, de la amigdala cerebral. Fue entonces cuando Weiskrantz propuso que si había lesiones en la amígdala los estímulos eran percibidos sin generar miedo ni ansiedad.

Pero sentir miedo es algo necesario ya que el mismo es una respuesta cerebral que activa los mecanismos de defensa de nuestro cuerpo. Cuando lo sentimos se produce una respuesta de nuestro sistema nervioso simpático y liberamos hormonas como la adrenalina y la noradrenalina que aumentan la frecuencia cardíaca, la presión arterial y el ritmo respiratorio para prepararnos ante una situación de peligro. Muchos miedos instintivo ya viene con nosotros dentro del paquete genético que recibimos al nacer y uno de ellos es el miedo a caer. Los bebés recién nacidos experimentan sobresaltos si sienten que se caen de los brazos de quienes los sujetan ya que las caídas ponen en riesgo la integridad y la vida del ser humano. Por eso la biología nos incorpora el “miedo a las alturas ” desde que nacemos como una señal de alerta.

La amígdala es el “centro del miedo” del cerebro. Según opinión del catedrático de Psicobiología de la UAB, D. Ignacio Morgado, la misma empezó a desarrollarse en los mamíferos hace unos 220 millones de años y se encuentra en una de las partes más antiguas de nuestro cerebro: el sistema límbico

Sistema límbico
Ubicación de la amígdala

La amígdala tiene forma de almendra y recibe información directa de nuestros sentidos, ya que está conectada con el hipocampo, una de las partes más importantes del cerebro. Gracias a la respuesta de miedo que produce, podemos- por ejemplo- dar un paso atrás ante un precipicio o desencadenar otra serie de respuestas corporales como latidos cardíacos acelerados, palmas sudorosas, etc. Su relación anatómica con cada una de las otras estructuras del sistema límbico humano implica una memoria que une recuerdos de sucesos peligrosos que nos han ocurrido muy próximos en el tiempo, para ayudar al cerebro a distinguir cuándo tiene que poner en marcha una respuesta de defensa frente a una potencial amenaza.

Relación de la amígdala con otras estructuras cerebrales

En la figura anterior vemos como se relaciona la amígdala con otras estructuras cerebrales. En la parte A vemos su disposición anatómica y en la B el flujo de señales que se establece entre esas estructuras del mismo y que determinan la cadena neuronal que desencadena las emociones del miedo. Se trata de una de las áreas evolutivas más importantes de nuestro cerebro y actualmente una de las principales herramientas para su estudio es la resonancia magnética funcional. Esta tecnología permite estudiar en detalle las áreas asociadas a su actividad cuando a nuestros ojos se muestran imágenes que podamos asociar como “peligrosas”.

RNM funcional. Amígdalas cerebrales respondiendo a una fotografía con una imagen desagradable. Las líneas cruzadas muestran la amígdala. Imagen extraída de este enlace

Por eso- como antes hemos dicho- una de las consecuencias de una lesión en la amígdala o un mal funcionamiento de la misma es, precisamente, la incapacidad de adquirir y expresar el reflejo de miedo condicionado.La literatura médica incluye casos de personas con enfermedades congénitas raras, como la enfermedad de Urbach-Wiethe, que dañan y degradan la amígdala y un estudio publicado en Nature neuroscience ya indicó que los sujetos con lesiones en la amígdala no reaccionan ante una situación amenazante que en otras personas desencadenarían un stress de miedo. Es decir que si hay una lesión en la amígdala el sujeto carece de la capacidad de adquirir y expresar el reflejo del miedo.

Viendo escalar a Honnold, siempre surgen esta pregunta: ¿No teme morir? Sería fácil llamarlo a «temerario» o «loco» cuando uno mira sus ascensiones pero él responde de este modo: «Con la escalada libre en solitario, obviamente sé que estoy en peligro, pero sentir miedo mientras estoy allí no me ayuda de ninguna manera«.

Alex Honnold escala sin cuerdas ni arnes «El Capitan» en el Parque Nacional Yosemite. Fotos cortesia de Jimmy Chin / National Geographic

Pero ¿cómo afronta el miedo el escalador Alex Honnold? ¿Carece o funciona mal su amígdala? y aquí es donde entra en escena Jane E. Joseph una investigadora del MUSC (Medical University of South Carolina) que en el año 2005 fue una de las primeras personas en realizar resonancias magnéticas funcionales a buscadores de altas sensaciones, ese tipo de personas que se sienten atraídas por experiencias intensas y que están dispuestas a correr riesgos para tenerlas. En Alex Honnold ella vio a a un súper buscador de sensaciones, que perseguía experiencias en los límites extremos del peligro y se hizo esta pregunta: «¿está la amígdala de Alex Honnold realmente funcionando?». La única respuesta era la de investigar el cerebro de Honnold y ver «lo que pasaba con su amígdala».

El técnico James Purl y la neurocientífica Jane E. Joseph colocan a Honnold en un tubo de resonancia magnética para medir los niveles de miedo de su cerebro. © 2016 NGC Network International, LLC y NGC Network US, LLC

Jane E. Joseph realizó su estudio en el año 2016 colocando a Honnold en un escáner de resonancia magnética funcional para ver cómo su cerebro respondía a los estímulos del miedo. En ese tubo que es esencialmente un imán enorme, para detectar la actividad en las diferentes regiones del cerebro rastreando los flujos sanguíneos y que proporciona imágenes por resonancia magnética (fMRI) lo primero que descubrieron es que si Honnold puede escalar sin cuerdas desafiando la muerte no es porque tuviera un espacio vacío donde debería estar su amígdala ya que se descubrió que este aparato existía y además parecía perfectamente sano.

La prueba consistió en presentar a Honnold una serie de 200 imágenes destinadas a perturbar o emocionar y que en personas normales suelen provocar una fuerte respuesta de su amígdala«. La propia investigadora manifestó que «no podía soportar ver algunas de ellas” ya que la selección incluía cadáveres sangrientamente mutilados, inodoros llenos de heces y escenas de peligro extremo.

Comparación del cerebro de Honnold (izquierda) con el de un sujeto de control (derecha), un escalador de una edad similar.
Las miras marcan la amígdala, un grupo de núcleos involucrados en generar miedo.
Mientras ambos escaladores miran las mismas imágenes excitantes, la amígdala del sujeto de control se ilumina, mientras que la de Honnold permanece inerte, sin mostrar actividad alguna
. Archivo Jane Joseph

En las exploraciones se comparó el cerebro de Honnold (izquierda) con el de un sujeto de control (derecha), que era un escalador de una edad similar y cuando ambos escaladores miraban las mismas imágenes excitantes, se pudo ver que la amígdala del sujeto de control se iluminaba y parecía un letrero de neón mientras que la de Honnold permanecía en gris mostrando una activación de cero. Eso solo podía deberse a una total ausencia de miedo en Alex Honnold

¿Le pasaba lo mismo a Honnold cuando subía sin cuerdas una pared enfrentándose a situaciones que harían que casi cualquier otra persona se derritiera de terror? Pues sí dice Joseph y de hecho, eso es exactamente lo que ella cree que pasaba. Si no hay activación de la amígdala, probablemente no existe respuesta a la amenaza de peligro pero el caso de Honnold era diferente. El tenia un cerebro tan extraordinario que realmente no siente ningún miedo cuando está aferrado a unos milímetros de pared con un vacío aterrador debajo pese a que-con toda seguridad- su amígdala debería responder con miedo a esa experiencia.

Y de esta manera la neuróloga Jane E. Joseph encontró que algunos cerebros simplemente desafian la ciencia y que el cerebro de Alex Honnold era algo extraordinario. ¿Podría darse el caso de que su amígdala nunca se disparase? En ninguna parte del centro del miedo del cerebro de Honnold pudieron los neurocientíficos detectar actividad, pero él mismo nos ha dado su secreto. Al principio en algunas de sus escaladas terminó asustado, realmente asustado, pero no se rindió y después de esas primeras experiencias se puso lo que él llama su «armadura mental» y cruzó el umbral del miedo una y otra vez. Finalmente ha terminado consiguiendo un sistema regulador tan bien perfeccionado que aunque su amígdala se dispare su corteza frontal es tan poderosa que puede calmarlo. Es decir, lo que dice aquel antiguo proverbio: » El miedo llamó a mi puerta y cuando abrí ya no había nadie

Fuentes:

Joseph LeDoux. The Emotional Brain, Fear, and the Amygdala. Cellular and Molecular Neurobiology, Vol. 23, Nos. 4/5, October 2003

Nautilus

MUSC Medical University of South Carolina

Frontier in Human Neuroscience

3 Comentarios

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