No me gusta criticar al Gobierno, pero es que desde hace tiempo, vengo comentando que el nuestro está construyendo «la casa por el tejado».
Se han hecho públicos, hace unos días, algunos aspectos del «Anteproyecto de Ley de Medidas contra el Fraude Fiscal» en el que se endurece, de forma significativa, la represión del fraude. Los asesores fiscales ya advierten que con esta nueva ley se va a dotar a la Administración Tributaria «da un poder exorbitante«, con multas de cuantías desproporcionadas porque, al parecer nuestro gobierno ha pensado que si se establecen «sanciones más allá de lo razonable» y se «limitan las posibilidades de defensa al contribuyente«, el «efecto disuasorio» será mayor. A esto yo lo llamo «política del terror«.
La Inquisición española o Tribunal del Santo Oficio fue una institución fundada en 1478 por los Reyes Católicos para inquirir y castigar los delitos contra la fe y mantener la ortodoxia católica en sus reinos. La Santa Inquisición vigilaba las costumbres de las personas, sus diversiones, sus creaciones científicas y literarias e incluso sus opiniones políticas ya que a los infractores se les podía acusar de practicar brujería o satanismo. Los inquisidores inventaron los mejores y más prácticos medios de tortura y mantenían a raya al pueblo por esa «política del terror».
Llevando las cosas al límite, estoy seguro de que si se ahorcara en la Plaza Mayor de Madrid a los «defraudadores a Hacienda» , el fraude fiscal se reduciría de forma espectacular pero hacer «política del terror» para acabar con la «economía sumergida» en la situación que estamos es «matar moscas a cañonazos».
Porque la «economía sumergida» debe combatirse cuándo existe «un tejido empresarial que proporcione trabajo» y- de momento- dicho «tejido empresarial» está ANIQUILADO en España y por eso hay «gente desesperada que no encuentra trabajo» y que no tiene mas remedio que «sumergirse».
Por ejemplo, en la zona de Málaga donde estoy ahora observo que hay pescadores que se tiran toda la noche recorriendo la mar en pequeños barquitos de madera, para pescar alguna lubina, pargo o choco e intentar venderlos en los restaurantes de la zona, y ganarse unos miseros euros, con los que alimentar a su familia. Naturalmente esta gente, ni paga IVA, ni cotiza a la S.S.
¿Vamos a ir «por esta gente»? Pues estupendo porque «si la calle no ha explotado todavía» es gracias a la familia (hermanos, padres o abuelos). y a esa «economia sumergida» que ahora se quiere combatir.Sigamos por este camino y pronto veremos a padres de familia en las calles con guadañas y navajas. Aún estamos a tiempo de rectificar.