Las “enseñanzas de la Revolución Francesa”

Ayer a las 7.50 el servicio de Emergencias de Madrid recibía el aviso de un accidente originado en el cuarto de calderas del centro hospitalario de la Clínica “La Milagrosa”   donde se encuentra nuestro Rey ingresado desde el pasado domingo, operado de hernia discal. Fue-al parecer “sólo la explosión de una bombona de oxígeno” y la Policía habla “accidente fortuito

Estoy seguro que a esas horas Su Majestad dormiría plácidamente en su habitación, pero su “susto tuvo que ser morrocotudo”. Gracias a Dios nuestro Rey tiene un “corazón fuerte” y no le pasó como a ese otro hombre de 50 años que sufrió un “ataque cardiaco” en las consultas externas de la citada clínica  y que hizo que la misma tuviera que pedir una UVI móvil al Ayuntamiento de Madrid para atenderlo.

Pero, «si yo fuera Don Juan Carlos” y “leyera la historia”, tendría motivos para “asustarme por estas cosas”, simplemente recordando lo que le pasó a un Ilustre antepasado suyo llamado Luis XVI de Francia que reinó allí entre los años 1789 a 1792. Basta leer la prensa o seguir las noticias de radio o televisión para darse cuenta de que en España está creciendo de manera imparable una enfermedad llamada: “odio creciente a los políticos y a los poderosos” y cuando una parte de la sociedad “oprime a otra”, cuando una sociedad  “goza de privilegios”  mientras otra “se hunde en la miseria y la desesperación” pasa lo que le pasó a aquel antepasado de nuestro Rey con la “Revolución francesa” del siglo XVIII«. Una historia que os voy a contar y que nos muestra que “cuando se tira demasiado de la cuerda la cosa se desmadra

Luis XVI de Francia, fue un Monarca con “buenas intenciones” porque intentó en seis ocasiones establecer un “impuesto equitativo” que sustituyera a la situación que había heredado de “feudalismo”. Su “problema” empezó el 19 de junio de 1789 con lo que se conoce históricamente como “El Juramento del Juego de la Pelota” . Este  fue el primer acto revolucionario, que hubo en Francia en donde se “cuestionó la autoridad de Rey”. Y es importante porque en la Francia de aquellos tiempos, existía un “absolutismo monárquico”, que unificaba todo el poder del estado en la figura del Soberano y la sociedad estaba “jerarquizada en tres Estados”: el “Clero”, la “Nobleza”, y el “Estado llano”. Los dos primeros (Clero y Nobleza), eran “clases privilegiadasexentas de pagar impuestos. El “Clero” además tenía el privilegio de cobrar los llamados “Diezmos” que eran una parte de los frutos de la tierra o rebaños y que estaban “obligados a pagar” sus propietarios a las “arcas de la Iglesia”. Así la Iglesia se quedaba con una parte importante de las cosechas para luego “revenderla para su lucro«.

En cuanto a la “Nobleza” se dividía en tres tipos. “la Provinciana” que vivían de “los derechos feudales” pagados por los campesinos, la de “la Toga” que estaba formada por familias parlamentarias que “habían comprado sus cargos ” y era contraria a toda reforma que pudiera modificar su» estilo de vida» y la llamada “Nobleza de la Corte” que vivían en Versalles una vida de lujo a base de  “Pensiones Reales”, “Sueldos Militares”, “Rentas de Impuestos” y “Abadías en Encomienda” (recibían la tercera parte de su renta sin obligaciones) por lo que el sostenimiento del Estado se basaba en el “último escalón del Estado ”, es decir en “EL PUEBLO LLANO” que también estaba dividido en dos subclases: la de los “Burgueses” y la de los “Mendigos”. La “Burguesía”, ERA LA ÚNICA QUE PAGABA IMPUESTOS y solventaba los gastos del estado francés ya que una gran mayoría del “Pueblo Llano” pertenecía a la clase de “los Mendigos” que con su hambre y su miseria,tan bien describe Víctor Hugo  en su novela de  “Los Miserables

Cuando llegó una “crisis económica” (sí, sí, en el siglo XVIII también había “CRISIS ECONÓMICAS ”) el gasto de la corte y de las guerras hicieron que “la deuda pública de Francia aumentase” (pasó  «igual que ahora» aunque no tengamos guerras) por lo que Luis XVI “decidió imponer nuevos impuestos”. Ahora bien, sabiendo que cuando a un pueblo “se le exige más de lo que puede dar” el mismo “puede estallar”, el Rey decidió que “los nobles tendrían que abonar estas nuevas cargas forzosas”. Los nobles y el clero, acostumbrados a su situación privilegiada se “negaron a tales reformas” en el Parlamento de París y en la corte de Versalles, haciendo que el Rey tuviera que presentar sus propuestas, primero ante la “Asamblea de Notables” y más tarde ante los “Estados Generales” que eran algo así como «una reunión de los tres Estados, para resolver asuntos de importancia

Pero, como “siempre ha habido ricos y pobres”, el Clero y la Nobleza defendieron “el voto por estamento” ya que con esta estrategia de votación pensaron que la implementación de nuevos impuestos, sería desechada por “dos contra uno” mientras que “El Tercer Estado” formado por la Burguesía pidió el “voto por representante”. Así es que los burgueses, formaron la “Asamblea Nacional” y el Rey, cabreado, ordenó “cerrar la sala de reuniones” y ante eso los burgueses se trasladaron a una “sala de deportes”, donde se comprometieron “a no salir de allí hasta tener redactada una Constitución”. Eso fue el que pasó a la historia como “El Juramento del Juego de la Pelota” llamado así por “el sitio donde se hizo” que fue el principio de “todo aquel follón”.

Luis XVI, lleno de soberbia, mandó al ejército y aunque la Asamblea pidió al rey que lo retirase, el Monarca se negó y el pueblo reaccionó violentamente el 14 de julio de 1789 con aquello de “la toma de la Bastilla”, una vieja fortaleza donde se encarcelaban “a los opositores del rey” apropiándose de la harina que allí se almacenaba. Aquello no fue “un gran logro”, ya que allí sólo había en esos momento siete prisioneros, pero aquel acto se convirtió en el “símbolo de la lucha contra el poder real” y la agitación se difundió por toda Francia

Luis XVI se “acojonó” y dejó que se formase la “Asamblea Constituyente” en la que había dos grupos: los “Girondinos” (porque sus más destacados representantes eran de la región de Gironda) que estaba formado por “burguesía adinerada con ideas moderadas” que solo querían “limitar el poder real” y los “Jacobinos” (que recibieron su nombre por reunirse en un convento abandonado de monjes Jacobinos) formado por burgueses profesionales y pequeños comerciantes, que “querían eliminar la monarquía” y establecer una República. Aquella Asamblea el 4 de agosto de 1789, abolió “el orden feudal, los privilegios de la nobleza y del clero y los tributos personales que los siervos debían entregarles” declarando que a partir de ese momento» los nobles deberían pagar impuestos”. Hizo más y entre el 20 y el 26 de agosto de 1789, proclamó la “Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano”, donde se establecían los ideales revolucionarios de “libertad, igualdad y fraternidad”.

Luis XVImuerto de miedo” (los reyes siempre son cobardes cuando “pintan bastos”) aceptó aquella declaración, pero decidió “poner los pies en polvorosa”, huyendo de París en Junio de 1791 con la intención de reunirse con un sector del ejército que lo apoyaba. Con aquel acto “selló su destino” ya que fue detenido en Varennes-en-Argonne y llevado de vuelta a París, donde lo suspendieron de sus funciones. Así las cosas los Cordeliers el 15 de julio de 1791 exigieron “el final de la monarquía” y que Francia «se convirtiera “en una República” y esa petición fue llevada al “Campo de Marte (Champ-de-Mars) el 17 de julio de 1791. Actualmente el parque del “Campo de Marte” es un vasto jardín público que está situado en el séptimo distrito de Paris, entre la Torre Eiffel, al noroeste y la Escuela militar al sureste pero en aquellos tiempos sólo era un campo, en cuyo centro se alzaba el “Altar de la Patria” y era el punto de reunión donde se llevaban a cabo todas las “concentraciones republicanas” y “las fiestas de la Revolución”. Aquél día se reunió allí una gran cantidad de personas para solidarizarse y firmar dicha petición, pero la “Asamblea Constituyente metió la pata ” porque ordenó “dispersar aquella manifestación”.

El alcalde de París había decretado una “Ley Marcial” que permitía, a las fuerzas del orden,” hacer uso de las armas”, y aunque Lafayette intentó, en vano, dispersar a las masas, el que mandaba las tropas (un tal Jean Sylvain Bailly que después fue guillotinado) ordenó “cargar sobre el pueblo” y aquella carga de caballería dispersó a la muchedumbre con el saldo de 50 personas muertas y varios centenares heridas. Fue la llamada » La Matanza del Campo de Marte» que agravó la escisión abierta entre “moderados” y “revolucionarios”, y entre “revolucionarios” y “monárquicos o aristócratas” y –lo que fue peor- “exacerbó los sentimientos regicidas del pueblo”.

El 3 de septiembre de 1791 se promulgó la primera Constitución de Francia en la que se establecía una Monarquía Constitucional, que Luis XVI aceptó reponiéndosele en sus funciones, y entonces a Luis XVI se le ocurre una «genial idea»  para «librarse de los  jacobinos» claro está, y es que como  jefe del ejecutivo declara la guerra a Austria y Prusia creyendo que Francia la perdería y él restablecería sus poderes absolutos. El llamado manifiesto de Brunswick se hace público a los parisinos, y en el mismo «se demuestra ya publicamente la conspiración entre Luis XVI y las tropas invasoras»  ( ¡Vaya hombre! ¿por qué me vendrá ahora a la memoria aquello del «23-F«? )  y el pueblo entonces se amotinó y asaltó el Palacio las Tullerías, donde se encontraba la Familia Real,  arrestando al Rey por ese hecho y poniéndolo a disposición de la “Convención Nacional” (que sustituía a la “Asamblea Legislativa Constitucional”) en la que dominaban los “Jacobinos” (con Danton, Marat y Robespierre) y un «tribunal revolucionario» procesó a Luis XVI, hallándolo culpable, y ordenando “su ejecución en la guillotina”. La historia de aquel Rey termina cuando el 21 de enero de 1793 “pierde su cabeza”. El que quiera saber más que lea este enlace

Cuento esta historia porque cuando “se enciende la mecha de una Revolución” las cosas «se vuelven imparables«. La “mecha” de la Revolución Francesa fue “la rebelión de un pueblo contra su realeza y contra los privilegios de su nobleza”. Fue la rebelión de un “pueblo harto”y asustado

¿Qué enseñanzas podemos sacar para España? ¿Por qué “me recuerda tanto la Revolución Francesa a la actual sociedad española” ? Empecemos.

Primero.-Aquí tenemos un “Clero Poderoso” que gracias a la «x» de la casilla del IRPF de la Declaración de la Renta, recibe muchos millones de euros en cada ejercicio fiscal. Yo no voy a negar que la Iglesia «hace buenas obras con este dinero” pero también hay que decir que la mayor parte de esta cantidad se destina a pagar los sueldos y la Seguridad Social de sus sacerdotes, porque  las ONG confesionales como “Cáritas” o “Manos Unidas” reciben su dinero de la casilla de «Otros Fines» y de los fondos de Cooperación Internacional. El Estado también financia otras actividades educativas, sociales, sanitarias y de culto de la Iglesia católica y los acuerdos que rigen las relaciones entre Iglesia y Estado, fueron firmados en Roma en 1979. Los mismos han sido cuestionado por jueces y expertos “sobre su constitucionalidad” ya que en ellos se dice que “los profesores de religión católica” deben ser elegidos entre “aquellos que propone la institución religiosa” y el material didáctico para esa asignatura “también debe ser elegido por la jerarquía eclesiástica”; además ese Concordato exime a los obispos del pago del Impuesto sobre Bienes Inmuebles (IBI) por los centros dedicados o relacionados con la predicación de creencias religiosas. O sea, que a pesar de la “aconfesionalidad” de nuestro Estado que señala la Constitución, en la práctica la “Religión Católica” sigue siendo en España una “Religión de Estado”.

Segundo.-. En cuanto a la “Nobleza” las sociedades española del siglo XXI y la francesa del siglo XVIII no son comparables pero hay un aspecto en la que “SÍ SE PARECEN” y es que ambos estamentos hacen lo mismo que la nobleza francesa del siglo XVIII cuando afirmaba aquello de : “que el dinero no se cuenta ni se ahorra, se gasta”, y eso es exactamente lo que hace “nuestra actual Nobleza Española del Siglo XXI” . Esta “Nobleza” no son ni los Duques, ni los Condes ni los Marqueses sino una legión de aproximadamente  78.000 representantes públicos, que en su inmensa mayoría son del ámbito municipal (95 %). Estos son los números:

259 – Senado de España

350 – Congreso de España

54 – Parlamento Europeo

74.008 – Alcaldes y concejales

1.206 – parlamentarios autonómicos

1.031 – diputados provinciales

139 – responsables de Cabildos y Consejos Insulares

13 – consejeros del Valle de Arán

A los que hay que sumar los “asesores” y el personal administrativo especializado asignado. Esto nos lleva a una cifra de «100.000 “PROFESIONALES DE LA POLÍTICA” más todos “los que trabajan en los partidos políticos” directamente. ¿Cuánto nos cuesta esta MARABUNTA? Pues aproximadamente, entre 720 y 1.000 millones de euros anuales solo “en sueldos” a los que habría que sumar otros 2.000 millones de euros de “Gastos de Representación”. En total, unos 3.000 millones de euros para gente que vive como “aquellos nobles de la corte de Versalles”.

Y me hago las siguientes preguntas que yo mismo me respondo.

1.- ¿Se gasta en España en “lujos innecesarios” como en la Francia del siglo XVIII?  Mi  RESPUESTA ES SÍ.

2.-¿Existe un “equivalente práctico” entre la España del siglo XXI y la Francia del siglo XVIII en eso de que “los nobles viven del Estado”? Mi  RESPUESTA ES SÍ

3.-¿Depende el Estado Español del siglo XXI de nuestros impuestos como el de la Francia del siglo XVIII? Mi RESPUESTA ES SÍ

4.-¿Es la recolección de impuestos en la España del siglo XXI tan “ineficaz” como la de la Francia del siglo XVIII? Pues LA RESPUESTA ES SÍ

Y por último, aquí va “la pregunta del millón”. ¿Existe un pueblo en la España del siglo XXI que igual que el de la Francia del siglo XVIII está “hasta los mismísimos huevos de sus políticos y de su Rey?» Mi  RESPUESTA ES SÍ

La Revolución de Francia de 1789 no es-afortunadamente- al “cien por cien repetible” para los tiempos que vivimos pero si yo fuera nuestro Rey TENDRÍA MIEDO, ya que, desgraciadamente hay “un siglo XVIII histórico”, que aunque no “coincide exactamente con el «siglo XXI actual” presenta unos “rasgos razonablemente similares” con aquel fenómeno de capital importancia para la historia universal como fue aquella “Revolución Francesa” y la misma es también un “modelo” al que podrían tender la política de “estrecheces y sacrificios” impuestas al pueblo por nuestras gobernantes para combatir  «la crisis» mientras subsiste un fondo de «profunda corrupción, insensatez y falta de ética de nuestra clase política» y unos comportamientos de nuestra Casa Real que «causan vergüenza«.

Y en eso-desgraciadamente- “hay grandes parecidos entre la Francia del siglo XVIII y la España del siglo XXI«

4 Comentarios

  1. dreamlux.es dice:

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    Saludos

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